Las estaciones de la vida



Un viejo monje-maestro vive en una barcaza en medio de una laguna de un frondoso bosque.

Con él, un niño que comparte sus miserias y alegrías entre rezos, juegos y hierbas medicinales. Pero la vida no siempre es como uno desea y las travesuras típicas de su edad le llevarán a cometer algunos errores de los que se arrepentirá más adelante.

El tiempo pasará y el niño crecerá.

Un buen día una mujer y su hija gravemente enferma pedirán ayuda al viejo santón para la "limpie" tanto físicamente como espiritualmente. La adolescente tendrá que quedarse allí un tiempo lo que le llevará a relacionarse íntimamente con el protagonista.

Cuando ésta termine su cura tendrá que partir del lugar lo que para el joven, enamorado de la misma supondrá un trauma. Entonces decidirá dejar a su maestro e ir en busca de su amada.

Los años volverán a pasar y nuestros protagonistas volverán a cruzar sus pasos después de un trágico suceso.

Así de primeras, esta película de kilométrico título original (“Spring, summer, fall, winter… and spring”) tiene toda la pinta de ser un plomazo diseñado para acompañar al aficionado a los festivales de cine o del frecuentador de salas de arte.

Una de esas películas con escaso diálogo, enmarcada en un solo escenario y llena de simbolismos con las que uno puede alardear de intelectual, pero pagando el precio de pasar un inconfesable aburrimiento.

Pues no.

La auténtica sabiduría, la disección casi documental de la naturaleza humana, la naturaleza retratada como algo más que bonitos paisajes y el budismo más práctico son los temas principales de un film que, miren por donde se mire, se hace tremendamente entretenido a la vez que se convierte en una experiencia zen para el espectador.

Kim Ki-Duk es quizás el realizador más popular de Corea del sur.

Ello a raíz de una destacada presencia en la mayoría de los festivales de cine alrededor del mundo.

Por eso Kim Ki-Duk es un "animal mediático".

Junto al cantonés Fruit Chan forman la replica oriental a Lars Von Trier, Mike Leigh, Ken Loach y toda ésta elite de prestigiosos realizadores de amplia experiencia festivalera.

Con ellos comparten una visión crítica hacia unas sociedades que victimas de la deshumanización, mostrando los casos mas graves de las desigualdades sociales.

Pero tanto Chan como Duk le ponen “leña al fuego" aprovechando las particularidades propias de sus entornos con ejemplos extremos y marginales como el de la prostitución, las mafias o los flujos de población.

Particularizando mas en el surcoreano, hay que diferenciarlo de Chan pues mientras que éste intenta mimetizar la realidad mediante un estilo casi documentalista, Duk opta por todo lo contrario, exagerando los matices envolviendo las historias de una supuesta ficción.



Aún así tanto uno como otro utilizan el escaparate que les proporciona el cine para disponer sus reivindicaciones como vehículo para contar historias excepcionales dentro de posibles o situaciones vulgares.

Sin embargo y metiéndonos ya en el film que nos ocupa, Kim Ki-Duk se aleja un tanto de estos temas que le han servido frecuentemente de inspiración.

Alguno puede decir que éste distanciamiento encarnado en una perdida de capacidad de denuncia está causado por la participación de una compañía alemana en su producción.

De todas formas esto tampoco es un tema que defina el valor de la película y sí, como hemos dicho, esa depreciación critica de la misma.

No es casualidad que el film haya adquirido mas importancia en occidente que en oriente ya que mucha de la simbología de ésta regionalidad resulta más atractiva para alguien ajena a la misma.

La reencarnación y el karma -son ejes principales del film- junto a otros significados como la redención o el tormento interior son factores predilectos por la critica.

Otro aspecto que gusta a los supuestos expertos es el juego de simbologías que forma el significado de los actos de los protagonistas y las estaciones sobre la que discurre la acción; unos paralelismos metafóricos que dejan espacio a la imaginación poética de estos y de los espectadores: la primavera repliega el manto helado para dejar paso a un nuevo curso, un despertar similar al aprendizaje del niño protagonista.

El verano calienta el corazón y levanta las pasiones.

El otoño simboliza el declive, los ímpetus decaen y dejan paso a un devastado escenario de amargos recuerdos pero con incandescentes cenizas.

Mientras, el invierno todo lo congela, nada escapa a su fría mano dejando un terreno aséptico propicio para nuevas andaduras.

Un exquisito conjunto que puede completarse con los animales -perro, gallina, gato, serpiente y tortuga - que acompañan en cada ocasión a los personajes cuyo significado se me escapa pero seguro que tendrá relación con las figuras del horóscopo chino y sus condicionantes.

Pero como en cualquier manjar hay otros ingredientes que disparan los contrastes y aportan riqueza en gustos.

Para hacer mención a los mismos debemos recurrir a un punto anteriormente mencionado, Kim Ki-Duk es experto en encontrar "flaquezas" a las situaciones más extremas y esto es lo que adereza el conjunto.



Ver esta película no solo proporciona gozo cinéfilo, sino que deja el espíritu relajado para el que tiene la suerte de verla, saliendo del cine con un sentimiento similar al que se tiene después de haberse tomado un rico café mañanero, haberse desgañitado gritando por placer o, por lo que se oye por ahí, haber gozado de una sesión de eso que las leyendas llaman “sexo”.

El filme no sólo hace un uso narrativo del paisaje, sino que el paisaje y los personajes son la misma cosa, tanto en la conexión que el sabio maestro tiene con la naturaleza que le rodea como en la analogía que se establece entre las distintas fases del monje joven y las estaciones del año.

Es ésta una historia de aprendizaje en la que, a medida que uno se involucre, no sólo aprende el protagonista.

Las lecciones del maestro no son cansadas ni mucho menos doctrinarias, sino prácticas.

Un niño sabe que el fuego quema cuando toca la primera llama, no porque le avisen sus padres, y eso es lo que hace este sabio, acercarle a la iluminación pero dejando que sea él quien experimente los errores en los que todo ser humano ha de caer.

El realizador se tomó su tiempo para contar la historia.

Abundan largos y hermosos planos secuencia llenos de emotividad, pasión y espiritualidad. Para muestra un botón: los veinticinco últimos minutos transcurren sin que se diga una sola palabra.

Por acción no hay que pensar solamente en explosiones de edificios y disparos por doquier, sino a gente haciendo cosas en vez de diciéndolas.

El cine es narrar con imágenes en movimiento y Kim Ki-duk nos ofrece en esta ocasión cine puro y duro, donde cada plano tiene más discurso que cualquiera de las veborreicas secuencias de cineastas supuestamente consagrados.Viendo diferentes muestras del reciente cine coreano, uno tiene serias sospechas de que aquella es la cinematografía más variada y brillante del panorama actual.

Un excelente filme que demuestra que los cineastas socialmente involucrados también tienen sus momentos de reflexión, paz y belleza.

Nuestra Opinión: @@@@

Las estaciones de la vida
(Bom, Yeoreum, Gaeul, Gyeowool, Geurigo Bom, Corea del Sur-Alemania 2003)
Dirección, edición y guión: Kim Ki-duk
Fotografía: Baek Dong-hyun
Musica: Ji-woong Park
Con: Oh Young-soo, Kim Jong-ho, Seo Jae-kyung, Kim Young-min
Duración: 103 minutos
Distribución en México: Film House
Clasificación: @ Insoportable, @@ Regular, @@@ Buena, @@@@ Obra Maestra

Correspondencia con esta mística columna:

obsesionesmx@yahoo.com.mx


Comentarios

Anónimo dijo…
Es una muy buena pelicula como ya usted lo dijo.