La intérprete



Resulta inevitable mencionarlo: “La intérprete” es la primera película que se filma en la sede de la ONU.

No es casualidad.

Para ello han hecho falta la decidida voluntad del director, Sidney Pollack, el talante conciliador del secretario general de la ONU, Kofi Annan, y el desprestigio y el acoso a que se ha visto sometida esta institución internacional por parte de ciertos sectores conservadores estadounidenses y sus seguidores en Europa a propósito de la guerra en Iraq.

No es que los ciudadanos hayamos aprendido mucho del funcionamiento de la antigua Sociedad de Naciones, pero por lo menos la hemos visto por dentro integrada en una historia de ficción y no en las crónicas de un noticiero o en las reuniones del Consejo de Seguridad o la Asamblea General a propósito de algún asunto de relevancia internacional. Sus paredes, pasillos y cortinas siguen desprendiendo ese aroma a cambio y sueños de los sesenta y setenta, quizá su época de mayor importancia, cuando el telón de acero ardía de odio por ambos lados.

La trama de “La intérprete” es sugerente y engancha desde el principio, arrancando con un brutal asesinato en un país africano para saltar a continuación al edificio de la ONU en la isla de Manhattan; es ahí donde se produce una conversación captada al azar.

Una intérprete que trabaja en este lugar, y a la que da vida Nicole Kidman, escucha por pura coincidencia un diálogo en el que alguien planea asesinar a un jefe de estado africano.



Ser testigo de un complot de ese tipo la convierte inmediatamente en el blanco de los asesinos, y lo más juicioso es acudir a las autoridades para pedir protección. Sin embargo, el agente federal que le asignan, interpretado por Sean Penn, no cree demasiado en sus palabras, e incluso llega a sospechar la posibilidad de que ella forme parte del plan.

Tras seis años sin dirigir, Sydney Pollack pone en pie una intriga en la que los protagonistas deben jugar al gato y al ratón, y al mismo tiempo tratar de evitar un incidente que podría provocar una grave crisis mundial.

El director demuestra su dominio a la hora de realizar una cinta de suspense policíaco, conoce muy bien los resortes que hay que utilizar para mantener el interés, y hace que la historia salte de un lugar a otro con habilidad; también salpica el conjunto con los oportunos momentos de acción trepidante y espectacularidad.

Hay secuencias filmadas con brillantez, como la que se desarrolla en un autobús con un terrorista que lleva una bomba, o los intensos y reflexivos últimos 15 minutos de la cinta.

Pero a Pollack también le interesan otras cosas, principalmente lo que ocurre en el interior de los personajes, y es ahí donde topa con un arma de doble filo, ya que por un lado consigue profundizar en esas personalidades de un modo que no es usual en el cine de acción llegado de Hollywood, con diálogos muy cuidados y escenas que aportan bastante a la definición y las motivaciones de los protagonistas, dándoles esa consistencia y solidez que siempre es de agradecer; pero por otro lado, esas mismas secuencias llegan a ser un lastre para el ritmo de la cinta, con bruscos acelerones en los momentos de mayor tensión y demasiada relajación en los tiempos muertos.



Y lo que sí es un tópico es el personaje de Sean Penn, ya visto en infinidad de películas: un agente de la ley venido a menos, con un trabajo que debe realizar a desgana mientras trata de recuperarse de sus propios demonios -en este caso el drama interior es la muerte reciente de su esposa-. Es el clásico héroe con cara de amargado, obligado a desempeñar una tarea que -aunque él no lo sepa- al final le servirá para curar sus propias heridas.

Respecto a Nicole Kidman, que encarna el papel de “chica metida en líos” con su eficiencia habitual, esta es la tercera vez que coincide con Pollack; lo hicieron como actores bajo la dirección de Stanley Kubrick en “Eyes Wide Shut”; luego el cineasta fue el productor de “Cold Mountain” y ahora la dirige en esta cinta en la que el propio director se reserva un papel, como el superior de Sean Penn en el FBI.

No es la primera vez que el director se deja ver como actor en una cinta; no olvidemos que, antes que cineasta, Pollack inicia su carrera profesional debutando como intérprete en Broadway, y su intervención en diversas películas no es ninguna broma o capricho.

Algunos de los directores más renombrados han contado con su faceta como actor, ya sea Robert Altman en “The Player”, Woody Allen en “Husbands and Wives” y el propio Kubrick en su última película antes de morir.

La película no es del todo perfecta. Existen por ahí algunos errores que saltan fácilmente a la vista.



Por ejemplo, en una de las escenas más importantes, al personaje de Nicole Kidman le estalla un autobús prácticamente en la cara y sólo le hace unos leves raspones.

Otro detalle que no convence del todo es haberse inventado países e idiomas por exigencias del guión y sobre todo, para ser políticamente correctos y no aludir directamente a nadie, so riesgo de haber sido expulsados de la ONU con todo y cámaras.

Pero tal vez la falla más notable, con todo y sus buenas actuaciones, está en el casting.

Simple y sencillamente no hay química entre Nicole y Sean Penn, aunque insistimos, el solo verlos juntos en pantalla es morboso. Paradojas de la vida.

“La intérprete” es un thriller político que logra entretener, aunque no sea uno de los mejores trabajos de Pollack.

Nuestra Opinión: @@1/2

La intérprete
(The Interpreter, Estados Unidos-Reino Unido 2005)
Director: Sydney Pollack
Guión: Charles Randolph, Scott Frank y Steven Zaillian, basado en una historia de Martin Stellman y Brian Ward
Música: James Newton Howard
Fotografía: Craig Haagensen
Con: Nicole Kidman, Sean Penn, Catherine Keener, Jesper Christensen, Yvan Attal, Earl Cameron, George Harris, Michael Wright
Duración: 128 minutos
Distribución en México: UIP
Clasificación: @ Insoportable, @@ Regular, @@@ Buena, @@@@ Obra Maestra

Correspondencia con esta intrigante columna:

codigocine@yahoo.com



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