Manderlay



Se puede amar o se puede odiar, pero no cabe ninguna duda de que el cine de Lars Von Trier es diferente.

Puede que ése sea el objetivo intencionado del director, es decir, hacer de la provocación su arma más potente y afilada, sin embargo, en estos tiempos de escaso ímpetu trasgresor que nos caracterizan en materia cinematográfica, casi se agradece que algunos directores sean capaces de apostar por nuevos experimentos que ayuden a romper con los límites y las formas preestablecidas.

Y Lars Von Trier es, en la actualidad, de los pocos directores europeos consolidados que se atreven todavía a asumir riesgos, pulverizar convenciones e intentar apasionar o detestar por medio de la provocación subversiva

Después de completar su trilogía ”corazón de oro” (conformada por Rompiendo las olas, Los idiotas y Bailando en la oscuridad), el director decidió dar un giro a su zigzagueante carrera para afrontar un nuevo reto artístico.

En esta ocasión, el tema que sustentaría su siguiente tríada de proyectos giraría en torno a la disección de todos los males que caracterizan la sociedad americana, en un intento de desenmascarar su prepotencia como primera nación mundial al pretender imponer su estilo de vida para erigirse como un modelo de moralidad intachable al resto de los países.

Pero no contento con lanzar un dinamitador mensaje reflexivo, Von Trier también decidió continuar en su proceso evolutivo de depuración formal, aquél que lo llevó desde el manierismo recargado de sus primeras propuestas al paulatino despojamiento estilístico que caracterizaría la iniciativa programática denominada Dogma 95, en la que las emociones cada vez se veían más aisladas a través de estados de abstracción cada vez más ritualizados y sacralizados.


© Artecinema

Por eso, en esta ocasión el director quiso dar un paso más allá y adentrarse en un juego de intercambio inédito entre las formas esenciales de la representación teatral y las artificiosas artimañas y mecanismos inherentes al arte cinematográfico.

Un escenario prácticamente desnudo, tan sólo adornado por unos cuantos enseres dispuestos al azar, unas marcas de tiza que delimitan los distintos espacios, y una iluminación expresionista que envuelve en tinieblas las acciones de los personajes.

No hay barreras visuales para el espectador, ya que este es capaz de contemplar en un solo golpe de vista los distintos acontecimientos paralelos que se desarrollan simultáneamente cuando la cámara adquiere profundidad de foco.


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Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones, la lente de Von Trier dirige nuestra mirada hacia hechos concretos, pero sobre todo hacia los rostros, en un intento de captación de su esencia más profunda, todo acompañado de esa impertérrita voz en off distante y cadenciosa que se convierte en nuestra guía a través de la narración.

En “Manderlay” nos situamos en el momento cronológico inmediatamente posterior al que transcurría en “Dogville”.

Grace (esta vez encarnada por la magnífica Bryce Dallas Howard, sustituyendo a Nicole Kidman quien no pudo participar por cuestiones de agenda), después de haber aprendido algunas lecciones acerca de la hipocresía y la vileza que se esconde en el seno de la naturaleza humana, llega con su padre mafioso a un perdido pueblo del sur americano en el que en 1930 aún existen esclavos, setenta años después de haberse abolido la esclavitud.


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Este es el punto de partida sobre el que desarrollará Von Trier toda su retorcida reflexión, a modo de cuento metafórico, en torno a la intolerancia que anida en el corazón de los pueblos opresores y de los peligros de la imposición de todo modelo de estado.

Pero en realidad, nada se salva de la agudeza crítica de Lars Von Trier: los pertenecientes a las clases acomodadas, intentando imponer su voluntad al resto, los esclavos damnificados por el poder y la injusticia, por su conformismo e impasibilidad al no mostrar el menor interés por mejorar su situación, dedicándose a la queja inactiva y perezosa, y después está Grace, el símbolo de nuestra mala conciencia, pero también de nuestra arrogancia al enfrentarnos al mundo.

Ella intenta arreglar las cosas, movida por su idealismo y su afán por implantar la justicia a través de leyes, organizando un sistema democrático, pero a fin de cuentas, en realidad, lo único que consigue es erigir un nuevo modo de tiranía basado en la incomprensión de las necesidades reales del individuo.


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El activismo de Grace la conduce nuevamente al fracaso, al desengaño, poniendo de relieve la incapacidad del hombre contemporáneo para alcanzar a comprender la magnitud y complejidad del mundo que le rodea.

Es quizás “Manderlay”, por la concreción de su discurso político, una película más redonda que “Dogville”.

Sin embargo su predecesora también se convierte en su máxima enemiga, ya que al fin y al cabo su formato visual, narrativo y su puesta en escena son herederos directos de aquélla, por lo que el elemento sorpresa y la capacidad de innovación quedan un tanto diluidas.


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Sin embargo, esto también puede suponer una ventaja al espectador que quedó un tanto descolocado ante la experimentación teatralizada de “Dogville”, ya que en esta ocasión quizás sea capaz de dejar atrás la abstracción de origen bretchtiana de la propuesta y acceder a su significado más profundo a través de la lectura en clave simbólica de los conflictos manejados en el filme y de la contemplación de unas imágenes capaces de envolver al espectador con su fuerza y naturaleza expresiva.

La trilogía sobre América se cerrará en el próximo capítulo, con Wasington (sin h).

Entonces podremos visualizar el valor conjunto de la propuesta.

Por ahora, sólo nos queda disfrutar de este magnífico ejemplar cinematográfico que es “Manderlay”.

Nuestra Opinión: @@@@

Manderlay
(Dinamarca-Suecia-Holanda-Francia-Alemania-Reino Unido, 2005)
Dirección y guión: Lars von Trier
Fotografía: Anthony Dod Mantle
Con: Bryce Dallas Howard, Isaach De Bankolé, Willem Dafoe, Danny Glover, Jeremy Davies, Lauren Bacall, Chloë Sevigny
Duración: 139 minutos
Distribución en México: Artecinema
Clasificación: @ Insoportable, @@ Regular, @@@ Buena, @@@@ Obra Maestra

Correspondencia con esta innovadora columna:

codigocine@yahoo.com


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