Cartas desde Iwo Jima



Si tuviéramos que describir la película en unas cuantas palabras diríamos que nos encontramos ante un clásico moderno.

El director y sus dos guionistas (el cotizado Paul Haggis y una japonesa, Iris Yamashita, basados en el epistolario del general Tadamichi Kuribayashi) convierten al filme en una experiencia moral y física (claustrofóbica) a la vez, ya que muestran el calvario de miles de soldados nipones que -sabedores de su inferioridad militar- esperaron durante largas jornadas al enemigo confinados en cuevas y trincheras cavadas por ellos en plena montaña.

En su mirada amplia y abarcadora, Eastwood describe las experiencias desde cuatro ópticas bien diversas: dos soldados rasos como el noble panadero Saigo (la estrella pop Kazunari Ninomiya) y el inconformista Shimizu (Ryo Kase); el barón Nishi (Tsuyoshi Ihara), un aristócrata que supo ser campeón olímpico de equitación y amigo personal de Mary Pickford y Douglas Fairbanks, y el teniente general Tadamichi Kuribayashi (excelente interpretación de Ken Watanabe), el personaje más rico en matices de todo el filme.

Su relato es elocuente al mostrar los extremos ilógicos de la guerra, junto con un lenguaje elegante y un manejo inteligente del ritmo.

La misericordia, el temor, el honor y la cobardía, la repulsión y la locura están latentes en cada escena, con una fotografía de registro documental de la época de Tom Stern que se vuelve realista, con sus colores agónicos.


© Warner Bros

Desentraña a los japoneses con una complejidad psicológica inusitada; los desnuda en su valentía, en su violencia, en su honor ancestral, en sus miedos, en su curiosidad, en su bondad e incluso en una sorprendente ternura.

Es una historia simple que ha prescindido de todos los clichés y moralismos que adolece el género bélico.

Nos estremece al comprender de manera tan íntima la falsedad de la guerra y cómo ésta genera diferencias y barreras inexistentes entre los seres humanos.

Eastwood sondea la atmósfera de Iwo Jima desde que los soldados japoneses la fortifican hasta que la defienden y, en última instancia, la pierden a medida que pierden también sus vidas.


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En las batallas, salvo en contadas ocasiones, jamás vemos al bando contrario, ya que el director sólo intenta mostrar las consecuencias personales en el bando del que somos testigos de los hechos.

Lo mismo que hacía en “La conquista del honor”, pero mucho más cruel, más directo, más terrible.

Eastwood enlaza esas secuencias con largas conversaciones entre los soldados, y los recuerdos de cada uno, sin que decaiga el interés ni un sólo instante.


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El director es muy inteligente en su tratamiento, porque, por un lado, muestra a los japoneses en diferentes actos de coraje y también de cobardía, pero, al mismo tiempo, deja muy claro, de forma respetuosa pero implacable, que algo no funcionaba bien en su cultura militar.

La película funciona perfectamente por si misma, sin necesidad de haber visto “Flags of our fathers”, aunque evidentemente se pueden apreciar sus paralelismos.

Vistas en conjunto, las dos películas se complementan para dibujar esa línea, tan delgada y caprichosa pero a la vez tan definida, que en la guerra separa a los ganadores de los perdedores, a los muertos de los vivos.

“Cartas desde Iwo Jima” es una película sobre los sentimientos.

Es un mural trágico pero instructivo que resalta todo lo que el ser humano puede sentir cuando se encuentra sometido a la irracionalidad y a la estupidez completas.


© Warner Bros

En la guerra el sentido del honor se asemeja más un sentido del ridículo llevado al paroxismo absoluto.

Y la manifestación de este orgullo-honor se convierte en una forma de integración social que genera una cultura de pertenencia a lo que sea, raza, religión, nación o todas ellas y que alinea a los individuos dándoles una identidad compartida.

Un ejército es una pequeña sociedad viva.

Rendirse en la guerra es de valientes.

Es un acto de honor hacia uno mismo.

Quizá en la batalla de la vida rendirse sea reconocer el espacio que nos es propio.


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Ese donde caben patria, raza, religión, fe y compromiso en la medida que nos hace felices y nos proporciona tranquilidad.

Seguramente no sea otra cosa que reconocer el espacio ajeno e identificar al enemigo por el nombre que reza en su buzón.

Si lo hacemos, es posible constatar que el supuesto enemigo es otro vecino que, seguramente como nosotros, también espera carta.

Y la pregunta que cabe hacer es: si la humanidad ha sufrido desde siempre el espanto de la guerra, si no es una solución ni una salida a un conflicto entre hombres, ¿por qué reincidimos?

Si la historia sirve al propósito de que los pueblos aprendan a no cometer los mismos errores, ¿por qué insistimos?

Para Clint Eastwood la guerra es una sola, y no hay buenos ni malos, o si los hay, lo mismo se encuentran en uno y otro bando.

Nuestra Opinión: @@@@

Cartas desde Iwo Jima
(Letters from Iwo Jima, Estados Unidos 2006)
Director: Clint Eastwood
Guión: Iris Yamashita y Paul Haggis, basado en el libro de Tadamichi Kuribayashi y Tsuyoko Yoshido
Fotografía: Tom Stern
Música: Kyle Eastwood y Michael Stevens
Con: Ken Watanabe, Kazunari Ninomiya, Tsuyoshi Ihara, Ryo Kase, Shido Nakamura, Hiroshi Watanabe, Takumi Bando, Yuki Matsuzaki, Takashi Yamaguchi
Duración: 142 minutos
Distribución en México: Warner Bros
Clasificación: @ Insoportable, @@ Regular, @@@ Buena, @@@@ Obra Maestra



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Correspondencia con esta epistolar columna:

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